lunes, 30 de enero de 2012

Barra libre de urgencias

Fiesta local y turno de noche, el público habitual de urgencias se ha visto acompañado por un sin fin de borrachos, de pasados de coca (de anfetaminas, de metanfetaminas, de PCP, de opiáceos, de marihuana… o de múltiples combinaciones de las anteriores), de policontusionados víctimas o verdugos de peleas tipo macho man años 80: qué haces mirando a mi novia, vamos pa’ la calle.

Entre esta jungla de fiesteros incontrolados chirriaba una pareja de ancianos octogenarios, ella acompañando a él, paciente encamando desde hace varios años esperando, más de lo habitual, la ambulancia que los lleve a su domicilio y que no llega porque se ha convertido en movibús con última parada en urgencias,  trayendo y llevando inconscientes victimas de su propio descontrol.

No se cuántas fracturas de nariz se han  reducido, no se cuántas manos por puñetazos mal dados se han escayolado, como mínimo tres ingresados por policonsumo en observación, un paciente en críticos cuya sintomatología no se puede controlar, fruto de unas drogas difíciles de nombrar y que espera ser trasladado, ya despuntado los primeros rayos de sol, en helicóptero medicalizado a la UCI del hospital de referencia. No se cuántas píldoras postcoitales  se han dispensado ya (se pueden obtener sin receta médica en cualquier farmacia,  su precio ronda los 20 euros, el equivalente a tres copas (resultado: vamos para urgencias que es gratis y de paso pido algo para el resfriado).
¿Esto es sanidad pública y gratuita? ¿Por qué tenemos todos los ciudadanos que sufragar el desparrame y el fin de fiesta de estos? ¿Por qué tienes que esperar tú más de lo habitual en urgencias por el tapón humano de borrachos? Cuánto cuesta un traslado en helicóptero, una cama en el hospital, un tratamiento… Por qué se me aplica a mi lo que autodenomino la montaña rusa: subida de IRPF, bajada de sueldo, aumento de horas efectivas de trabajo y dando gracias de poder montar a diario en montaña rusa y a ti te suben los impuestos?  ¿para pagarle el antídoto de la última copa a estos?

Es curioso, hace algunos años mi única preocupación sería saber dónde se montan estas pedazo de fiestas. Hoy me pregunto si estoy confundido,  tengo una visión demagógica  o estaré haciéndome viejo.

lunes, 23 de enero de 2012

Españoles, Felipe ha muerto

A las 19:00 horas  se activó el equipo de urgencias extra-hospitalarias  para atender  en domicilio a un paciente oncológico incapaz de controlar su dolor con el tratamiento prescrito. Los pacientes con cáncer en estos estadios de  enfermedad padecen un dolor insufrible. Para su control se utilizan analgésicos muy potentes tipo morfina y en ocasiones precisan sedación  con fármacos como el midazolan.
La  muchedumbre congregada en ese pequeño y sucio domicilio, las frases poco incentivadoras  tipo: “cómo se muera mi papa sus mato”, “cómo se muera mi papa sus arranco los ojos y los hígados  y los molestos, agudos ladridos de un animal híbrido de chiguagua y rata sin pelo ataviado con un traje de lana de la bandera de España, provocaron en mi un miedo imposible de disimular, somatizado con un temblor de manos que hizo que  una ampolla de midazolan se me cayera y estallase al impactar contra el suelo, como pude, disimulando, recogí con mi pie los  cristales, de la recogida del líquido se encargo el mini-perro. Acto que pasó inadvertido por la familia.
Hice el cálculo rápidamente: para dormir a un adulto de unos 70 Kg bastan 5 mg  y el perro que no llega a  los 2 kg ha lamido unos 15 mg este también dormiría, pero eternamente. ¿De cuánto tiempo disponíamos hasta que el puto perro se fuese al infierno?, ¿cuánto tiempo tardarían en sacarnos los ojos? ¿Cuántos hígados tiene una persona?
Lo primero que percibí fue que de las tres amenazas, familia, frases y ladridos, solo quedaban dos. Los ladridos habían cesado. Al salir de la habitación, busqué con la mirada al animal, lo encontré con su cabeza gacha, imposible de seguir una trayectoria recta encontró refugio en la esquina del pasillo donde cayó desplomado. Aun movía el tórax, lentamente, pero lo movía cuando salimos.
El medico: “Corre, cabrón, que te has cargado al perro”. El impacto de una maceta con dos preciosos geranios rojos a unos escasos 50 centímetros de la ambulancia puso de manifiesto que el secreto ya era de dominio público.
Nos avisaron del centro coordinador de urgencias, habían recibido numerosas y amenazadoras llamadas. El paciente, Felipe había fallecido.
Aun hoy se siguen riendo en el centro coordinador, ni el paciente había muerto ni se llamaba Felipe, nombre con el que bautizaron al difunto perro.

lunes, 16 de enero de 2012

El Vigilante...

El vigilante de seguridad número de placa: 5000 y pico bautizado por sus padres con el nombre de Valentín Jenaro. Hombre con dilatada experiencia en la seguridad privada, había ejercido en todo tipo de tugurios, pubs, puticlubs, discotecas, pero nunca en un hospital.

23:45 H. Nos cuenta interesantes batallitas, altercados en discotecas, como inmovilizar a un posible agresor, llaves de karate (ataque de la grulla).

24:55 H. Comete uno de los mayores errores de su vida, nos confiesa que le dan mucho respeto las enfermedades y los muertos (respeto, un vigilante de estas características nunca sentiría miedo).

24:56 H. Mi compañero y yo, cabrones por excelencia, ya teníamos la broma preparada: le avisamos de que en planta ha habido un fallecido. El vigilante solo tiene que abrir la sala de la cámara mortuoria, pero le convencimos de que en este hospital el vigilante, como máxima autoridad independiente al cuerpo sanitario, debía dar fe de que la cara de la fallecida se correspondía con su  foto del DNI y firmar un documento. Apelando a su  profesionalidad accedió.

La falsa muerta, Loli, la auxiliar de planta, se introdujo sin pensarlo en el sudario. Una vez en el mortuorio, Valentín tomó fuertemente el DNI del cadáver de broma con ambas manos a la vez que nosotros bajamos la cremallera del sudario.

Vigilante: ”Ayyy por Dios que muchacha más joven, que lástima, pero yo no veo mucho parecido con la foto eh.”

Loli  hizo un  esfuerzo, mayor que el nuestro, por no soltar la carcajada. Fiel a sus obligaciones quería dar fe de la similitud y acercó el DNI a la mejilla de la fallecida la cual no respondió con un típico: UHHHHHHHH, ni un salto en resorte. Solo abrió los ojos y miro a Valentín.

02:55 H. Valentín sigue sin responder a estímulos verbales “¿Valentín como estas?”. No hay respuesta. Solo responde a estímulos dolorosos profundos (pellizco en el pecho) haciendo gesto de dolor, no localiza el dolor ni retira la mano cuando le damos el pellizco (mal pronóstico).

Tensión arterial: 200/125 mmHg ( la tensión normal por exceso se puede considerar hasta 160/90 mmHg). Mirada perdida.

03:10H. Es valorado por el médico de guarda, tras administrar medicación cifras tensionales: 190/100 mmhg. Respuesta verbal retardada: “¿Valentin como estas?”. Y uno, y dos, y tres, y cuatro, y cinco, y seis segundos más tarde responde: “La muchacha no es la de la foto, yo no firmo nada”.

04:50 H. Mantiene tensión arterial elevada, respuesta retardada. Se cursa ingreso en observación.

05:10 H. Acude el vigilante sustituto de Valentín. Usamos el ataque de la grulla para que no nos parta la cara con la porra.

09:00 H. Llega su esposa nos echa de observación, no media palabra.

10:00 H. Recibe alta.

11 H-12 H-13 H-15 H: Su mujer nos cuelga el teléfono

Jenaro ya han pasado varios años, solo es  para saber cómo estás y disculparme. Ahh, el Ford si era el mío, lo de las cuatro ruedas pinchadas, una putadilla, pero lo entiendo. El SEAT León de mi compañero no era el gris, ese era de Paco el de mantenimiento.

jueves, 12 de enero de 2012

Una de miedo... Pancho

Material necesario para la cuarta y última noche de este rotatorio kafkiano en una planta hospitalaria cualquiera: cena (tortilla francesa y un Fanta naranja), totalmente prescindible: el postre, se puede sustituir por las galletas diabéticas en paquetes de a seis sobrantes de los pacientes o por los mantecados medio caducos de la navidad que aun sobreviven, a elegir,  sabor limón o canela. Totalmente imprescindible hasta que reciba el alta hospitalaria Emilia: crucifijo, ristra de ajos, rosario, Biblia (la he sustituido por el Nuevo Testamento pre-comunión, ese,  el de siempre, el de pastas de plástico verde y crucecita dorada), la estaca y el martillo (por ética profesional, no las llevaré, bueno más bien porque se nos puede ir la pinza y liar un gran cipote).
PIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII, no puede ser, no por favor, el timbre de una habitación, que no sea la de Emilia, que no sean las 03:30 h de la madrugada. Pronto, como siempre, como la primera noche de mi turno, como la segunda, la tercera y,  hoy, la cuarta, las dos negaciones se convertirían en rotundas afirmaciones: las 03:30 h y la habitación de Emilia, y para despejar cualquier atisbo de duda, su voz, la de Emilia, a través del interfono. “Qué le pasa Emilia”. Un ruido sordo como el de la radio cuando no sintonizas ninguna emisora roto por los desgarradores gritos de auxilio de Emilia: “¡¡SOCORRO, AYUDA, PANCHO QUIERE MATARMEEE!!”
Ya conocía la prescripción médica para Emilia en caso de agitación: Haloperidol + 100 cc de Suero fisiológico intravenoso. Tome la ampolla de Haloperidol, con mi mano no dominante, me hinqué de rodillas, con la mano dominante mi Nuevo testamento pre-comunión: por el poder que me ha otorgado la iglesia después de haber hecho la comunión, después de haber hecho la confirmación y después de haber salido como rey mago Baltasar en la cabalgata del hospital, yo te bendigo Haloperidol. Rodeé el suero de 100 cc con el rosario, introduje la ampolla hacia la mitad del Nuevo Testamento y puse encima el crucifijo.
Caminamos juntos, mi compañero y yo, hacia la habitación del mal, la habitación del pánico, la habitación 666, así era conocida, ya, por todos, la alcoba de Emilia. Llegamos, tras recorrer, ese oscuro y largo pasillo de macrohospital. Mi mano temblorosa buscó el interruptor. El escenario era dantesco, nada que envidiar al de El Exorcista, al de cualquier película de terror: en la cama no había paciente al que cuidar, salpicaduras de sangre se extendían desde las sábanas hasta la pared más próxima, la ventana entreabierta fue lo peor. Emilia poseída por el espíritu maligno del tal Pancho había sido obligada a arrojar su maltrecho y viejo cuerpo por el hueco de la ventana.
Una voz de ultratumba de debajo de la cama nos hizo dejar de jugar a los detectives y volver a la realidad. Como la rubia tonta, la primera que muere en las pelis de terror, en lugar de huir del peligro fui directo a él. Tras levantar la sabana, Emilia, con los ojos desencajados, su piel sudorosa, pálida y fría, se había auto extraído el catéter de la vena,  lo que provocaba una ligera hemorragia que explicaba la sangre de la pared. Mojaba su dedo y dibujaba cruces de sangre en el suelo. La guinda del pastel, su voz de psicofonía: “Ahí está, detrás de vosotros, Pancho, dice que quiere jugar pero solo quiere mataros.”
Este conjunto de  estímulos satánicos provocaron en mi un estado catatónico y una pilo erección generalizada, como la de un erizo, convirtiéndome por un momento en Espinete. Mi compañero, hombre imberbe, gordo redondo, también permanecía  inmóvil, en estado de shock más que Espinete, era un autentico Don Pimpón. Ya imaginaba los titulares de las noticias: “Hallados sin vida los cuerpos de Espinete y Don Pimpón víctimas de un ritual satánico en un hospital cualquiera”.
Todo volvió a una tensa calma tras la administración del San Haloperidol.
Tras los descansos nos incorporamos una tarde de domingo, día en que Emilia recibía la visita de su enfermo marido. No pude reprimirme y ante la falta de respuestas le pregunte al esposo por Pancho. Tras un momento de espera me relato la dramática historia: hace unos 50 años contrajeron matrimonio y se fueron de luna de miel a la ciudad más cercana  que contaba con dos atractivos turísticos: el castillo y el zoológico. Tras una rápida vista guiada por el torreón, las mazmorras y la plaza de armas se dirigieron al zoo y allí estaba Pancho, la pieza más valiosa, en su jaula, el mono Pancho hacia las delicias de niños y padres, hasta que fijo su mirada en Emilia, no se sabe porque su carácter amigable se trasformo en el de una fiera indomable y comenzó a lanzar todo tipo de objetos a Emilia, ramas, cascaras de plátano pero solo hizo blanco con un proyectil  de mierda que impactó de lleno en la cara de la recién casada.
A media tarde el mono Pancho ofrecía un espectáculo en un improvisado escenario anexo a su jaula. Ante las insistencias del marido fueron al evento. Todo marcha bien hasta que el puto mono detecto la presencia de Emilia entre el público. De nada sirvió, la gruesa cadena que prendía del cuello del primate, ni los esfuerzos de su cuidador, ni los del entrenador. Pancho se abalanzó sobre la indefensa y reciente desposada propinándole todo tipo de mordeduras arañazos y puñetazos. La más grave la de la cabeza que requirió 30 puntos de sutura.
Tras la correspondiente indemnización Pancho fue sacrificado. Todas las noches Pancho a las 03:30 h visitaba a Emilia con sed de venganza, para culminar su obra: matarla.
Emilia recibió el alta pero no la acompaño Pancho, que sigue rondando por el hospital, en las noches frías, apareciéndose sobre todo en las habitaciones que más abusan del timbre de llamada a enfermería.
Así que ya sabes si ingresas en esta planta no llames a las enfermeras, no des por culo al personal o recibirás la visita a las 03:30 h del mono Pancho, y,  quién sabe, quizás no recibas la salvación de San Haloperidol.

miércoles, 4 de enero de 2012

De Leviatán a bicha de agua

En todas la aulas de todos los colegios públicos, privados, concertados, bilingües… existen los mismos perfiles: el/la gordo/a,  emparejarte con él en el examen práctico de educación física llevaba consigo suspenso seguro; el empollón, que por las tardes hasta los años 90 iban a clases de inglés y de informática a partir del 2000 acude a clases de inglés y chino;  la tía buena, que por las tardes va a clases de ballet; y el tío bueno que juega de puta madre al fútbol,  y hoy está federado.
De igual manera en todos los hospitales públicos, privados, concertados… se repite el mismo perfil: el medico hijo puta, pero no  hijo puta tipo Dr.House, no ese no, el médico hijo puta malo con los ojos vueltos.
En este hospital cualquiera el medico hijo puta tenia nombre propio: Dr. Cabrón. Su hobby laboral: hacer llorar en el menor tiempo posible al personal de nueva incorporación. Aquella enfermera de 23 años recién cumplidos, en su primer contrato,  en su primer día de trabajo, batió record, a los 15 minutos de incorporarse tuvo la mala suerte de encontrase con un paciente crítico, en un sitio donde no debía haber un paciente crítico, y con un médico cabrón donde no tenia que haber un médico cabrón.
La frase: “TOMA LA INICIATIVA PUTO ESPANTAPÁJAROS”,  lapidaria. No fue para tanto, a las 4 horas la enfermera recibía el alta de observación, con diagnóstico de migraña por crisis de ansiedad de base.
Si el Dr. Cabrón era hijo puta 5 (escala internacional valor predictivo de los profesionales joputas) a las 8 de la mañana, hora de inicio de la guardia, a las 22:00 h superaba con creces el límite superior de dicha escala.
Yo no sabía si trabajaba en unas urgencias o en una feria, concretamente en la tómbola de siempre toca: siempre toca una escayola Que te duele la pierna, escayola; las manos, escayola; la cabeza, escayola… o en las escopetillas, que por mucho que apuntase el paciente nunca acertaba, o la enfermedad ya no era una urgencia por el tiempo que llevase con el dolor, o aún era muy pronto porque el cuadro no había evolucionado lo suficiente.
Maruja que venía a urgencias por dolor en una rodilla, a estas horas porque según ella habría menos gente y para que la curasen, su hijo se casaba este sábado. Cumplía todos ítems para ser mandada a la puta mierda por el Dr. Cabrón.  Yo en la trastienda preparaba el dos por uno perrito piloto y muñeca chochona: reposo absoluto toda la semana, no vaya a la boda, escayola desde la ingle al tobillo… toma, ahí lo llevas, feliz boda.
No acertó con las escopetillas, a pesar de ser experto tirador, el  militar aquejado de cagaleras, vómitos y fiebre.  Entró a la consulta andando a lo Michel Jackson mezclado con Chiquito de la Calzada cualquier otro intento de marcha llevaba asociado la salida de sustancia liquida por la entrepierna. Acompañado de una bolsa de basura repleta de vómitos recibió unos cuidados y una información  médica de alta calidad asistencial y profesional: esto te lo tomas cada vez que te cagues… “Y el paracetamol doctor?”, preguntó el imitador de chiquito. “¿El paracetamol? cuando te lo dé tu madre”. Respondió el médico en otro alarde de profesionalidad.
Los compañeros nos decían: “plantadle cara”. ¿Alguien le plantaría cara al portero albano-kosovar cuando te niega el acceso a la disco?.
Los pacientes se sucedían uno tras otro al igual que la letanía médica: “Yo soy el médico, este es mi diagnóstico”.
A las 04:00 horas, con dos cojones, el empleado de la limpieza aquejado de un dolor de manos de varios días de evolución, de no más de 1,60 de altura, 110 kg, su piel blanquecina y ese par de gafas cristales aleación mezcla vaso duralex-botella de anís del mono sustentadas en una armadura hierro forjado, imposible pasta, no despertaba en mi más que compasión. A pesar del suspenso seguro en educación física decidí aliarme con él.
Tras la espera de 50 minutos de rigor su excelencia el Dr. Cabrón tuvo a bien valorar al paciente.
Gordo insuficiente en educación física (g.i.e.f.): “Buenas noches doctor
El facultativo pasó por detrás sin mirar al paciente mientras este continuaba su relato, se acerco a la vitrina, tomó dos capsulas de nolotil y se las lanzó a la mesa. “Tómate esto y vete, yo soy el médico y este es mi diagnóstico, además estas no son horas de venir”.
El g.i.e.f. se puso de pie, se quitó el andamio que llevaba por gafas (eso en mi barrio significa pelea). Parecía más alto, más guapo, un libertador, parecía William Wallace.
Mi yo interior (M.Y.I.): “Mátalo, mátalo, mátalo…”.
Sacó una tarjeta del bolsillo, se la enseñó al médico y la leyó: “Urgencias 24h… así que yo vengo cuando me sale de la punta la polla
Saqué mi libreta de chuletas y cosas necesarias en urgencias y en la L  de libertador anoté su frase: “Mire usted doctor, yo no tengo estudios pero diagnostico un gilipollas ná mas verlo, si no estuviesen estos con usted le metía una hostia que lo dejaba con menos dientes que una bicha de agua”.
El rastro de mierda que había en el suelo no procedía precisamente  del militar con cagaleras.
Ese día aprendí varias cosas:

Las bichas de agua no tienen dientes

Los gordos pueden aprobar educación física.

Para pasar de Leviatán (gran monstruo en forma de serpiente marina, a menudo asociado con Satanás ) a bicha de agua, solo hace falta una ostia.