miércoles, 29 de mayo de 2013

La Bella Durmiente

Hoy me he vuelto a quedar dormido . Recuerdo la última vez que me pasó algo parecido.
A las 08:05 horas de una fría mañana de febrero, el desagradable politono poligonero de mi móvil, tan-tan-tatatan… me despertó. En la pantalla un número de teléfono registrado con un nombre muy claro: NO COGER. Sin duda se trataba de mi supervisor, que con su “aterciopelada” y “agradable” voz me espetó: “Cuando quieras vienes a trabajar”. Y colgó.
Me incorporaba de turno de mañana (a las 08:00 horas) me separaban de mi puesto de trabajo 80 Km de nada. Y lo peor de todo, me había quedado dormido. Tuve que renunciar a mis dos mini placeres matutinos: la ducha calentita y el chupito de café; ambos tuvieron que ser sustituidos por pasta dentífrica y un sorbo de agua, con los que inconscientemente, sin desechar, salí de casa enjuagándome la boca. Al abrirse la puerta del ascensor el saludo de mi vecina y su perro me obligaron a tragarme esa mezcla casi erosiva para responder al saludo (NOTA IMPORTANTE: bajo ningún concepto os traguéis pasta de dientes con el estómago vacío).

viernes, 24 de mayo de 2013

Cari uno y cari dos


Cansado de aprender las cosas con el método ensayo error (a ostias o síncopes) decidí buscar un método algo más científico. Me matriculé en un súper mega master en urgencias, emergencias, cuidado, estabilización y traslado de pacientes críticos y todo ello siguiendo los criterios de la EBE (enfermería basada en la evidencia ). Todo por un módico precio: 3.800,00 € a pagar en cómodos plazos (la mitad hoy y el resto la semana que viene).

Después de unos interminables, rutinarios y desesperantes seis meses de teoría, eso sí, de EBE, llegaron las ansiadas prácticas en ambulancia UVI móvil. Un mes aproximadamente.
Aún recuerdo ese primer día... No me lo podía creer. Mi tutora era aquella ex pareja que me abandonó en segundo curso de enfermería cuando ella estudiaba tercero. Su despedida: necesito algo mejor. Rebotó en mi memoria. Ya se a qué se refería: algo mejor físicamente hablando. Su recién estrenado marido bien podría ser portada de alguna revista. O algo mejor profesionalmente: su marido era el médico del equipo con el que tendría que compartir mis 24 horas siguientes. Qué bien.

jueves, 16 de mayo de 2013

Mamá (parte II) - Mis primeras prácticas


Si mientras el resto de alumnos estaba nervioso por conocer el destino de las prácticas (una UCI, quirófano, urgencias...) yo lo úncio que deseaba es que no me tocase la planta de mi madre.

A estas alturas, no es necesario que os diga que mis deseos no se cumplieron. El día previo a la incorporación ya recibí una serie de recomendaciones maternas: vente limpito, afeitadito, el uniforme bien planchadito, trae tu boli de 4 colores, tu libreta, un fonendo, unas tijeras, rotulador…

Allí estaba a las 08:00 horas en punto. Más que un estudiante de enfermería parecía un representante de ortopedia con un fonendo, tijeras y esparadrapo ocupando los múltiples bolsillos de mi uniforme (bien planchadito).

Me sorprendió. En lugar de mi madre me encontré con Antonia, la auxiliar. Sin más le dijo a sus compañeros: “Dejadme a este a mí hoy, que le voy a enseñar la enfermería pero desde cero, desde donde se tiene que empezar la enfermería”.

jueves, 9 de mayo de 2013

Nuevos protocolos de priorización (o cómo aguanté a tres salvajes ayer)


Tres maris, rectifico, marujas, acomodadas en la sala de espera junto a la máquina expendedora, llamaron mi atención desde el primer momento.

La maruja 1 o maruja enferma “moribunda”: “Qué vergüenza. Aquí muriéndonos y nadie nos atiende, sin tomarme las pastillas de la tensión, del azúcar y de los dolores y lo peor, sin hacerle la comida a mi marido”.


Maruja camello o traficante o farmacéutica: “No te preocupes aquí tengo las pastillas de mi madre tómatelas”.

Sin más sacó un tarro de cristal repleto de pastillas sueltas a modo de caramelos: “Toma esta larga, creo que para la tensión, la redonda grande para el dolor y esta chiquitilla blanca para el azúcar”. 

jueves, 2 de mayo de 2013

Mamá (Parte I) - ¿La peor novatada? Sin duda, la de mi madre


Primero de enfermería, y más concretamente, el día de las novatadas: debíamos beber de una bolsa recolectora de orina, en lugar de dicho producto de desecho, la bolsa contenía cerveza y encima fresquita;  debíamos hacer lo mismo de un drenaje quirúrgico que contenía vino tinto en lugar de sangre; y finalmente, de postre, comer de un pañal, lo que en principio parecía mierda, en realidad era chocolate.

A algunos nos colocarían esos mismos pañales de adulto y nos pasearían  por los alrededores.  Más que una novatada, me pareció una fiesta gratis. Recuerdi que la peor parte se la llevó aquella compañera que gritó: “Por favor, no me deis cerveza estoy a dieta”. Se cebaron con ella.

Sobre mí, rápidamente se posaron las miradas, en principio,  de dos compañeras de tercer curso a las que se sumaron, posteriormente, dos más de segundo. Miradas acompañadas de carcajadas. Mi Yo Interior (MYI), por aquel entonces un embrión inmaduro, procesó la información erróneamente: Has ligado… y con cuatro. No podía ser, había ligado y encima ellas se aproximaban. Los nervios se apoderaron de mí, las lágrimas casi nublaban mi vista…