lunes, 28 de octubre de 2013

Frases incentivadoras

Existe un nutrido elenco de frases que, especialmente, incentivan la actividad de los distintos profesionales sanitarios. Son frases que aumentan las ganas de ir a trabajar, de formarte, de aprender, de que no pesen las jornadas laborales de noches, festivos y fines de semana.
Son las llamadas frases “incentivadoras”. Están las clásicas, las de toda la vida, dentro de estas las dos que más destacan son: “Cómo le pase algo a mi padre te mato” (claro, claro, y es que los profesionales sanitarios tenemos un don divino-mágico  adquirido a lo largo de la carrera profesional, tras superar los 15 créditos de la asignatura “Poder de Decisión sobre la vida y la Muerte” estamos capacitados para evitar la muerte en todas las situaciones). Que su padre tiene 90 años y desgraciadamente sufre un infarto masivo, no se preocupe, si la medicina tradicional falla, aplicaremos nuestros poderes mágicos, arrancando a su familiar de las garras de la muerte, en ocasiones tenemos que aplicar este poder con mesura  ya que de lo contrario, si lo sobrepasamos podemos convertir al paciente en inmortal.

Llegado a este punto, cabe preguntarse que si existe este don adquirido tras recibir dicha asignatura ¿por qué muere gente en el hospital? Es obvio. Porque, y perdonen el sarcasmo y el humor negro en este tema tan delicado, la asignatura “Poder de Decisión sobre la vida y la Muerte”, en los actuales planes de estudio es de libre configuración, no es obligatoria. No todos los profesionales sanitarios la cursan, de ahí que en ocasiones se produzca ese fatal desenlace.

viernes, 11 de octubre de 2013

Me siento seguro

Son las 02:34 horas, madrugada en un desierto servicio de urgencia. Mi mirada se perdió observando la oscura noche para encontrarse de nuevo en una especie de trapo blanco, que torpemente se balanceaba en el exterior de izquierda a derecha y a toda velocidad se dirigía hacia la puerta de entrada. La débil luz de la farola más próxima delató lo que a priori parecía ser una silueta humana un tanto amorfa. Un cuerpo gigante que se asemejaba a una enorme bola de gelatina humana, solo tapado por unos calzoncillos, mientras encaraba aceleradamente la puerta principal de urgencias.

El acceso se activaba con un sensor de movimiento y se abría centralmente, algo, que no advirtió la bola de gelatina de fresa que intentó entrar lateralmente, estampándose brutalmente contra la cristalera. Me asombró en un primer momento la resistencia de la mampara y posteriormente de nuevo me quedé absorto al ver como rebotaba ese cuerpo sobre el suelo, para levantarse de un salto, tomar impulso y chocar otra vez lateralmente contra la mampara.
No sirvieron de nada las indicaciones previas de Paco, el vigilante de seguridad. Bueno si sirvió de algo, para que al tercer intento la gelatina encontrase la entrada y propinase un brutal gancho de izquierda a Paco. Jamás había visto tal flexibilidad de cuello en un ser humano, su cabeza se estrelló contra lateralmente al impacto contra su propio hombro derecho. No estaría de más que Paco anulase su cita con el neurocirujano, para mí que sus dos hernias cervicales se han recolocado tras el golpe.