miércoles, 26 de diciembre de 2012
Y en urgencias se armó el belén
3:30 horas de la madrugada de un veinti pocos de diciembre. En la sala de espera de urgencias pocos pacientes, un joven matrimonio, nuestra Encarni y, no me lo puedo creer: Antoñito el yonky, muy mejorado acompañado de un joven de raza negra de dos por dos y por manos dos panderetas. Claro, claro, para cualquiera, tres pacientes en la sala de espera no es nada, pero lo que no sabe nadie es que la Encarni y el Antoñito son como los futbolistas buenos de los cromos: valen por diez cada uno y si los juntas tienen el mismo efecto que obtenemos al mezclar agua fuerte y bolitas de aluminio: una bomba.
martes, 18 de diciembre de 2012
Tipología del paciente
Supongo
que hay infinitas tipologías de pacientes, modos de clasificarlos, o formas de agruparlos.
A mí la que más degusta es la clasificación en función de la respuesta que dan
cuando se les pregunta: “¿Qué tratamiento toma usted?”. Encontramos, de esta
manera, tres tipos de pacientes:
Paciente tipo 1 o
Paciente formacolorytamaño:
-
Yo
tomo unas pastillas redondas y blancas, sabe usted cuales le digo ¿no?
-
Pues
no la verdad.
martes, 11 de diciembre de 2012
Habitación 1110
Era conocida la historia que se cernía sobre la habitación 1110 y que
se alimentaba, por el personal más viejo,
al abrigo de una taza de café en esas frías y tediosas noches de
invierno. Allí pasó sus últimos días un conocido monje cuyo espíritu hacía acto
de presencia ante el paciente, para reconfortarlo según unos, como premonición de una muerte cercana según
otros.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgC0kgIPBlaqbewAYFl3G9PyQbzZxwKa130GXxZjlovUt6f1MbDxPGL0nYlZpSHtXC07V0fBHPZxFsuBaz_YjpUTLhxNy9JoKrAjjrLgVk3UarZafIAN3_4wUF5KTrKjuE152O8vwt6ld3P/s1600/monje.jpg)
El reloj marcaba las 4 de la madrugada cuando sonó el timbre de la 1110.
A través del interfono la voz de la hija de la paciente: “Por favor, ayuden mi madre”. Siempre que se oyen este tipo de frases el
resultado suele ser el mismo, el fallecimiento del paciente.
Acudimos rápido pero mi compañera no olvidó su ritual al entrar. Por
fortuna la paciente estaba viva; la hija aterrada, nos gritaba: “Esa no es mi madre, esa no es la cara de mi
madre”. La paciente, con la cara desencajada, con rasgos casi felinos,
imposible que se comunicase debido a su patología de base, se afanaba en
señalar la esquina de la habitación. No quería mirar donde apuntaba, mi grado
de sugestión era tal que, si lo hacía, estaba seguro que vería al monje, al
cura, al papa o incluso a la madre Teresa de Calcuta.
martes, 4 de diciembre de 2012
¿Por qué odio quirófano?
Después
de hablar con amigos blogueros, todos coinciden en la misma cuestión:
escribir un blog, sea de la temática que sea, es compartir algo personal con
aquellos que te leen. Después de un año escribiendo, quizás sea el momento de
explicaros por qué odio el trabajo en el
servicio de quirófano.
Una
fría mañana de enero me incorporé al servicio de urgencias. Nada más llegar, la
supervisora me ladró:
-
Guau,
guau, vete al quirófano.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiIJaOydtat99KF23qeW-APdOg3ZB9VyAJZg5Q8bSADfPPSy5bzEBZIYVF-f4mxq1lnlIQ89FqJn3B_3eGPC-mjkxwtY35q3Xc_u7P5_p51AtZLOGxhyW7RhqmRhgKlCwYm9-oU1cKHVHE4/s280/cirujano.jpg)
-
¿Al quirófano? ¡Nunca he estado en
quirófano!
-
Necesitan un enfermero, te vas y
punto.
Al
llegar me encontré con un rinoceronte que portaba una identificación con la
leyenda escrita en su bata: supervisor de
quirófano. “Ponte el uniforme verde y
vete al quirófano 1”. De nada sirvió que le dijese que no tenía ni idea de
cómo se trabaja en un quirófano.