Acudió a
urgencias ataviada con ropa de equitación. Físicamente perfecta a sus casi 50
años. Eso sí, a golpe de talonario y bisturí. Se había caído de Humberto y se quejaba
de un dolor de rodilla, según refería, “insufrible para una dama”.
Se vio obligada a conducir ella misma su Porsche
Cayenne, ya que el chofer estaba en otros menesteres. Usaba frases añejas tipo:
“no sabéis con quien estáis hablando”, “mi marido es tal…”
El médico le
indicó se subiese a la camilla de exploraciones y al realizar ese mínimo
esfuerzo se escapó. Fue una sola emisión. Corta , fuerte, contundente. De nada
sirvió que la glamurosa amazona intentase camuflarlo con una tos. El olor se
apoderó en escasos instantes del ambiente.
Si hubiese
cerrado mis ojos diría que ese escape de gas expulsado por el ano pertenecería
a un hombre robusto, con un cuadro de estreñimiento importante y que sufría los
efectos de una abundante ingesta de latas de fabada. Si solo lo
hubiese olido no tardaría en aconsejarle una interconsulta al digestivo.
Hoy un pedo,
un superpedo mejor dicho, me ha enseñado que no se ha caído de Humberto, si no que
se ha caído de un caballo, que no ha llegado a urgencias en un Porsche, más
bien en un coche, en el argot hospitalario: por medios propios.
Pero lo más
importante que he aprendido de este glorioso pedo es que, al fin y al cabo,
todos somos iguales.
Dedicado a
Humberto. Qué a gusto me he quedado ;)
Yo alucino con la posibilidad de que esto sea una historia real XD
ResponderEliminarReal real te lo aseguro.
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