Hoy
me he vuelto a quedar dormido . Recuerdo la última vez que me pasó algo
parecido.
A
las 08:05 horas de una fría mañana de febrero, el desagradable politono
poligonero de mi móvil, tan-tan-tatatan…
me despertó. En la pantalla un número de teléfono registrado con un nombre muy
claro: NO COGER. Sin duda se trataba de mi supervisor, que con su
“aterciopelada” y “agradable” voz me espetó: “Cuando quieras vienes a
trabajar”. Y colgó.
Me
incorporaba de turno de mañana (a las 08:00 horas) me separaban de mi puesto de
trabajo 80 Km de nada. Y lo peor de todo, me había quedado dormido. Tuve que
renunciar a mis dos mini placeres matutinos: la ducha calentita y el chupito de
café; ambos tuvieron que ser sustituidos por pasta dentífrica y un sorbo de
agua, con los que inconscientemente, sin desechar, salí de casa enjuagándome la
boca. Al abrirse la puerta del ascensor el saludo de mi vecina y su perro me
obligaron a tragarme esa mezcla casi erosiva para responder al saludo (NOTA
IMPORTANTE: bajo ningún concepto os traguéis pasta de dientes con el estómago
vacío).
La
llegada a meta no fue bien recibida por mi compañera que me dedicó una mirada al
más puro estilo “te perdono la vida”, esta vez con toda la razón del mundo.
Pero
lo peor fue mi supervisor. Normalmente puedo llegar a verlo una o ninguna vez. Ese
día estaba continuamente encima de mí, y como un humorista malo que usa incansablemente
su coletilla humorística, el súper hacía lo propio: “Te voy a regalar un
despertador”.
A
las 12:00 horas, no creo que por tener el estómago vacío o con restos de pasta
de dientes, si no más bien por la frase machacona de mi supervisor (llevaba
comentado lo del despertador una ciento veintiocho veces) mi cuerpo decidió ir a vomitar, con suerte cinco
minutos antes de que mi supervisor hiciera uso, como todos los días con
puntualidad inglesa, del inodoro. Y no falla a las 12:05 horas el jefe golpeaba
la puerta del baño: “Encima de tarde te escaqueas”. Planeé una venganza
infantil y decidí llevarme el rollo de papel higiénico disimulado en mi
bolsillo. Ver a tu supervisor salir del baño andando, marchando como un
pingüino en busca de papel no tiene precio.
Quizás
por la broma o para evitar que me volviese a quedar dormido, mi supervisor, en
los dos meses que me restaba de contrato, estimó oportuno adjudicarme solo
turnos de tarde.
Pero
bueno, todo no fue malo ese día: he salido guapísimo en la foto de radar móvil de
la Guardia Civil, apostado en la misma curva de siempre. Sí, esa limitada a 70 km/h
que yo superé concretamente a 137.
cachissssssssss.....te levantaste con mal pie, está claro!
ResponderEliminarUn mal dia eso si ese dis me permiti siesta saludos Noelia.
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