Primero
de enfermería, y más concretamente, el día de las novatadas: debíamos beber de
una bolsa recolectora de orina, en lugar de dicho producto de desecho, la bolsa
contenía cerveza y encima fresquita; debíamos
hacer lo mismo de un drenaje quirúrgico que contenía vino tinto en lugar de
sangre; y finalmente, de postre, comer de un pañal, lo que en principio parecía
mierda, en realidad era chocolate.
A
algunos nos colocarían esos mismos pañales de adulto y nos pasearían por los alrededores. Más que una novatada, me pareció una fiesta
gratis. Recuerdi que la peor parte se la llevó aquella compañera que gritó: “Por
favor, no me deis cerveza estoy a dieta”. Se cebaron con ella.
Sobre
mí, rápidamente se posaron las miradas, en principio, de dos compañeras de tercer curso a las que
se sumaron, posteriormente, dos más de segundo. Miradas acompañadas de
carcajadas. Mi Yo Interior (MYI), por aquel entonces un embrión inmaduro,
procesó la información erróneamente: Has ligado… y con cuatro. No podía ser, había
ligado y encima ellas se aproximaban. Los nervios se apoderaron de mí, las lágrimas
casi nublaban mi vista…
Una
de ellas, la única que pudo dejar de reír por unos segundos, me dijo: “Tú eres
el hijo de Antonia, que trabaja en el hospital en la octava izquierda”.
Un
simple sí multiplicó por diez las carcajadas:
- Tu madre quiere buscarte novia y
enseña unas fotos tuyas de la comunión,
y otras de más mayorcito, a todas las estudiantes que hacemos allí prácticas.
Perdí
mi identidad. Desde ese momento y hasta finalizar la carrera, fui conocido como
el hijo de Antonia de la octava izquierda. Interioricé mi identidad hasta tal
punto que cuando publicaban los listados de los exámenes me busca por la ‘E’ de “El hijo de Antonia de la octava izquierda”.
Mi
humillación se disipó rápidamente, no solo porque viese a “la dietas” borracha
intentando subir al autobús con un pañal
relleno de chocolate. Mi humillación se torno en gratitud hacia mi madre:
Gracias a ti mamá, conocí a aquella estudiante de tercer curso.
Mamá,
aprovecho para decirte que esa muchacha no era diabética, se desmayaba por la
mañanas porque empalmábamos la fiesta
con las prácticas. Estoy de acuerdo contigo con que de todas a las que le
enseñaste la foto esa era la más fea, pero es que fue la única que me hizo
caso.
jajajajaja........no puedo pasar de reir!!!!! Que grande tu madre! Saludos!
ResponderEliminarSiii estaba muy preocupada la.mujer jajaja
ResponderEliminarJejeje, que buena tu madre !!!!!!!!!
ResponderEliminarMuy preocupada ella en que su hijo era el unico dl barrio aun sin novia. Jajaj ayyy mi madre.
EliminarEspero regreses a escribír, comencé a leerte cuando iniciaba en enfermería ahora quiero compartir mis experiencias como estudiante... :B
ResponderEliminar