3:30 horas de la madrugada de un veinti pocos de diciembre. En la sala de espera de urgencias pocos pacientes, un joven matrimonio, nuestra Encarni y, no me lo puedo creer: Antoñito el yonky, muy mejorado acompañado de un joven de raza negra de dos por dos y por manos dos panderetas. Claro, claro, para cualquiera, tres pacientes en la sala de espera no es nada, pero lo que no sabe nadie es que la Encarni y el Antoñito son como los futbolistas buenos de los cromos: valen por diez cada uno y si los juntas tienen el mismo efecto que obtenemos al mezclar agua fuerte y bolitas de aluminio: una bomba.
Antonio
acude por un simple dolor abdominal.
-
Qué pasa Antonio, ¿estas mejor? ¿y
tu madre?
-
Mi madre ha muerto, era una mala
influencia. Me metió en el mundo de la droga , jajaja y ahora gracias a mi
amigo, he dejado de ser un egoísta. En lugar de tanto consumir, me he puesto a
repartir jajaja.
La
joven desposada acude obligada por su flamante marido, militar recién llegado
de seis meses de misión de paz en no se dónde. Un malestar general, nauseas, vómitos,
retraso de menstruación. Al militar las
cuentas no le salen. Seguro que es un virus, el test de gestación positivo no
deja lugar a dudas, pero el sigue empeñado en que será un virus.
Mi
yo interior (M.Y.I.): “Si hombre, puede
ser un virus que vive en la orina de tu mujer y que sabe colorear rayitas en el
predictor”.
Mi
compañera no descarta que sea un virus, eso sí: se lo ha transmitido su amante.
La
discusión de la pareja se traslada a la sala de espera. Encarni se mete de
lleno en la conversación, toma por el
hombro al marido y sin más dilación le explica la situación archiconocida por
todos nosotros: “Mira padre mío, ha sido
el espíritu santo hecho paloma y eso tarda poco eh, para el 24 o el 25 de
diciembre está aquí el chiquillo”.
Las
carcajadas de Antoñito despiertan la ira del marido y casi llegan a las manos. Acudimos
todos a la sala de espera. El hombre de color se pone en pie y se dirige hacia
nosotros. Mi Yo interior (M.Y.I.) no puede más que fijarse en esas pedazos de
manos y cantar: “Una pandereta suena…”
El
hombre de color frena de golpe y nos comenta desconcertado: “En mi país tener un hijo es motivo de
alegría, aquí de pelea ¿qué ha pasado?”
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