Son las 02:34 horas, madrugada en un desierto servicio de
urgencia. Mi mirada se perdió observando la oscura noche para encontrarse de
nuevo en una especie de trapo blanco, que torpemente se balanceaba en el
exterior de izquierda a derecha y a toda velocidad se dirigía hacia la puerta
de entrada. La débil luz de la farola más próxima delató lo que a priori
parecía ser una silueta humana un tanto amorfa. Un cuerpo gigante que se
asemejaba a una enorme bola de gelatina humana, solo tapado por unos
calzoncillos, mientras encaraba aceleradamente la puerta principal de urgencias.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgxNHZCL_E2NhYp0t_GlrjZfEYkIzVE7z0ER4LZi5eX_XzakUUAEsax4Itq9-riOms0u1ejIpauEmMzbp7dibXe1bATu67PLNW9Thh0dRZgFo5GzeRwGda_mssbL1lRAkipsWc-JxbIeF_m/s320/puertas.jpg)
El acceso se activaba con un sensor de movimiento y se abría centralmente,
algo, que no advirtió la bola de gelatina de fresa que intentó entrar lateralmente,
estampándose brutalmente contra la cristalera. Me asombró en un primer momento
la resistencia de la mampara y posteriormente de nuevo me quedé absorto al ver como
rebotaba ese cuerpo sobre el suelo, para levantarse de un salto, tomar impulso
y chocar otra vez lateralmente contra la mampara.
No sirvieron de nada las indicaciones previas de Paco, el
vigilante de seguridad. Bueno si sirvió de algo, para que al tercer intento la
gelatina encontrase la entrada y propinase un brutal gancho de izquierda a Paco.
Jamás había visto tal flexibilidad de cuello en un ser humano, su cabeza se
estrelló contra lateralmente al impacto contra su propio hombro derecho. No
estaría de más que Paco anulase su cita con el neurocirujano, para mí que sus
dos hernias cervicales se han recolocado tras el golpe.