Hace
algún tiempo, en un hospital privado tuvieron la “genial” idea de nombrarnos, a
mi compañero y a mí, supervisores de guardia.
La
definición de supervisor de guardia varía drásticamente según la fuente
consultada; así en palabras del director de enfermería sería la continuación de
la dirección, cuando, éste, el director, no se encuentra en el centro.
Ahora
bien, si tú le preguntas a cualquier trabajador te dirá que un supervisor de
guardia es uno que se toca los huevos y que en ocasiones también toca los
huevos a los trabajadores.
Después
de leer el protocolo de supervisores de guardia, me di cuenta que tenia algunas
funciones más, entre las que destaco las que más me llamaron la atención:
Recepcionar
hojas de reclamaciones: lo que más odiaba. Esto es como echarle un trozo de
carne a un perro rabioso hambriento. No es necesario decir que el trozo de
carne es el supervisor de guardia. Nunca en mi vida me habían ofendido tanto, a
mí y a mi madre, como recepcionando hojas de reclamaciones. Este apartado
requiere un capítulo a parte.
Sin
lugar a dudas, la función más peculiar: acudir
sin voz ni voto, a la clasificación de curriculums para futuros procesos de selección de personal. Ese día me
disfrazaba de espantapájaros y veía como circulaban de un lado a otro las
caras, las vidas, las direcciones de cientos de personas impresas en papel.