viernes, 14 de junio de 2013

Depresor lingual

Después de algunos días en aquella unidad de pediatría, aprendí que los niños lloran mucho y hacen continuamente pipí y caca.  Se me olvidaba, también he aprendido el complicado uso de un utensilio médico: el depresor lingual. Ese palito de madera que se usa para valorar la boca y la garganta, sí, el mismo que nos regalaba nuestro pediatra. He rehusado anotar en mi cuaderno de chuletas de enfermería estos vastos conocimientos. Con esta potente base científica me enfrenté a mi nuevo destino, una unidad de medicina interna en la que los pacientes, a pesar de superar con creces la edad de los niños, también lloraban mucho y  se hacían continuamente pipí y caca. Y justamente para recoger muestras de heces es para lo que, en esta unidad, se usaba el depresor lingual. Tras clavar en innumerables ocasiones ese instrumento de madera en un pañal rebosante, entenderéis por qué dejé de comer esos típicos helados de polo con palito.
Descubrí que el depresor tenía múltiples e innumerables usos, tanto para la boca como para el culo. Casi llegué a creer que serviría para todo y podía salir de mi asombro cuando posteriormente me enviaron a la consulta de digestivo en la que aquí el depresor se utilizaba para evitar que una puerta carente de pomo se cerrase. Con el depresor y un buen esparadrapo no hacía falta arreglar la puerta. Añadir a este uso el aprendizaje: poner sellos, cumplimentar recetas médicas y nombrar a los pacientes para que pasen a la consulta.

Tras un mes eterno desempeñando está especializada labor me destinaron a un servicio de urgencias. Aún recuerdo esa madrugada con temblor de piernas, y es que sobre las 07:00 horas, a falta de una hora para finalizar el turno, llegó una ambulancia. La cara blanca y sudorosa del conductor rápidamente se me contagió. En camilla bajaba una mujer con la barriga muy inflamada como nunca antes yo había visto; piernas abiertas y dejando entrever lo que hasta entonces yo estaba acostumbrado a ver con unas dimensiones de escasos centímetros y en ese momento, no exagero, superaba los 15 cm y dejaba ver una especie de bola recubierto de pelo. Si había alguna duda, la futura madre nos la despejó: “¡ya está aquí!”.

Llamamos al médico que se encontraba en sus aposentos. La auxiliar me ofreció unos guantes de látex. Viendo la potencia con la que esa madre empujaba y la redondez de esa cabeza hubiese preferido unos guantes de portero, eso iba a salir de ahí disparado.

“¿Qué quieres?”, me espetó mi compañera. Y yo, sin tener ni idea, grité: un depresor lingual. ¿Cómo me respondió?:

- Sí, un depresor lingual, eso sirve para todo.

Hoy me doy cuenta que no soy un enfermero, soy un depresor lingual, pretenden que sirvamos para todo, pero creo que lo que está hecho para explorar la boca no debe usarse para el culo. ESPECIALIZACIÓN ENFERMERA YA.


6 comentarios:

  1. Suerte que son de un solo uso!!! Buen fin de semana!

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  2. Tiene más utilidades que una navaja suiza... lo que hace la tecnología del depresor, jejeje

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  3. Dadme un depresor lingual y esparadrapo y moveré el mundo, no era así?

    Desde abrir taquillas, a untar Furacine en una quemadura, o la mantequilla en una tostada, que nunca se sabe.
    Desde tirar líneas en una gráfica a servir de improvisada chuleta en la que llevar todos los teléfonos, sirven para todo.

    Especialidades ya, pero de verdad, con sus prácticas reales, que estamos ya de expertos y másteres que no han visto un paciente en su vida.
    Ánimo!

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