viernes, 21 de junio de 2013

Nadie sobrevive una noche en la territorio comanche sin secuelas

Tocaba turno de noche en una unidad que no era ni en la segunda, ni en la tercera planta, por no tener no tenía ni número; era conocida entre el personal como la unidad Territorio Comanche, donde en cada turno se libraba una feroz batalla, perdida de antemano, por el personal sanitario. Y es que ciertamente servia de cajón desastre, donde se ingresaban desde abuelos crónicos pluripatolgógicos a pacientes agresivos, pasando por pendientes de diagnóstico psiquiátrico definitivo y demás…

La noche empezaba con desgana y más ahora, sabiendo que compartiría turno con una compañera de cuyo nombre no quiero acordarme y que apodábamos “La Koala”, no solo por su parecido físico con el marsupial, que también, si no porque al igual que este, dormía veinte horas al día para ahorrar energía. Era curioso como tras recibir el relevo iniciaba el mismo ritual noche tras noche: sacaba de un bolso una colchoneta playera color flúor, un inflador de pie y, sin ningún tipo de remordimiento ni prisa, la  inflaba.

Mientras yo preparaba los no se cuántos botes de medicación, mentalmente identificaba las habitaciones conflictivas: 

Habitación 720: abuelo ex legionario; no hace prisioneros, tira a matar con sus propias heces (fabricaba “granadas de mano” que no dudaba en arrojar, después de retirar la anilla de seguridad con la boca sin ningún tipo de remordimiento).

Habitación 734: abuela diabólica; a diferencia de la Koala, pasa cuatro horas durmiendo y el resto repitiendo con un alarido desgarrador y lastimero la misma frase; aquella noche: “¡¡Socorro dadme agua!!”.

Habitación 736: la habitación del pánico; su moradora pasa la noche hablando con niños y un señor vestido de negro con muy mala cara, todos ellos imaginarios… o no.

Y así sucesivamente sigo rellenando mi particular diario de bitácora:

24:30 horas: Sigo administrando medicación a la vez que esquivo con mínimos esfuerzos las granadas de mano.

01:30 horas: La Koala sigue inflando la colchoneta a ritmo lento pero seguro.

02:30 horas: Socorro dadme agua (85.266 veces repetidas)

03:00 horas : Agoto todas las reservas de haloperidol, largactil  y tranxilium existentes, que por cierto han sido poco efectivas. Todo no es malo, el legionario también ha agotado su munición; esquivo ágilmente los restos de proyectiles existentes en el pasillo.

04:00 horas: Acudo a la habitación del pánico, intento intervenir en la conversación paciente-niños-hombre de negro.

04:15 horas: Descubro que repitiendo un mínimo de tres veces la  misma frase al oído a la abuela diabólica, consigo que ella la repita de forma continua de el nombre de la Koala, seguido de “ven, por favor”.

04.30 horas: Tomo el pulso carotideo a la Koala, para verificar que está viva. Desde que se acostó no se ha movido y su tórax a penas se mueve con la respiración. Está viva, creo que eso llega a desilusionarme.

06:30 horas: Ante la insistencia de los gritos de la abuela diabólica, que ya ha repetido el nombre de la koala unas 35.000 veces, la compañera acude a la habitación.

06:35 horas: Aprovecho la ausencia de la Koala para propinar varias puñaladas a su colchoneta con una aguja intramuscular.

06:40 horas los gritos de la Koala pidiendo ayuda desde la habitación de la abuela diabólica me alertan. Camino hacia allí con igual celeridad con que lo haría la propia  Koala. Cuando llego, la abuela diabólica mantiene toda su dentadura postiza literalmente clavada en la mano de la Koala.

06:45 horas: Compruebo las importantes dimensiones de la dentellada y también confirmo, sorprendido, que de sus venas brota sangre en lugar de horchata.

07:15 horas: Me siento maliciosamente bien porque la abuela diabólica ha impartido justicia.

07:30 horas: Decido cambiar el mote, la abuela diabólica a partir de su hazaña recibirá el sobrenombre de dingo, en referencia a ese perro salvaje principal depredador y exterminador del koala.

Y es que nadie sobrevive a una noche en la territorio comanche sin secuelas: físicas para  la Koala y psíquicas para mí. Lo peor es que no me he reconocido cosiendo a puñaladas una colchoneta de playa color flúor.













2 comentarios:

  1. Hola mi nombre Alma soy estudiante de enfermeria soy de mexico, de la cd de Saltillo :D !!! me encanta tu blog.... me identifico con una publicacion sobre tus practicas en UCI :Ddesde ese dia estoy pendiente del blog :) ... me encantaaa !!!! saludos :3

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    1. Muchas gracias Alma me encanta q estes por aqui saludosss

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