miércoles, 4 de enero de 2012

De Leviatán a bicha de agua

En todas la aulas de todos los colegios públicos, privados, concertados, bilingües… existen los mismos perfiles: el/la gordo/a,  emparejarte con él en el examen práctico de educación física llevaba consigo suspenso seguro; el empollón, que por las tardes hasta los años 90 iban a clases de inglés y de informática a partir del 2000 acude a clases de inglés y chino;  la tía buena, que por las tardes va a clases de ballet; y el tío bueno que juega de puta madre al fútbol,  y hoy está federado.
De igual manera en todos los hospitales públicos, privados, concertados… se repite el mismo perfil: el medico hijo puta, pero no  hijo puta tipo Dr.House, no ese no, el médico hijo puta malo con los ojos vueltos.
En este hospital cualquiera el medico hijo puta tenia nombre propio: Dr. Cabrón. Su hobby laboral: hacer llorar en el menor tiempo posible al personal de nueva incorporación. Aquella enfermera de 23 años recién cumplidos, en su primer contrato,  en su primer día de trabajo, batió record, a los 15 minutos de incorporarse tuvo la mala suerte de encontrase con un paciente crítico, en un sitio donde no debía haber un paciente crítico, y con un médico cabrón donde no tenia que haber un médico cabrón.
La frase: “TOMA LA INICIATIVA PUTO ESPANTAPÁJAROS”,  lapidaria. No fue para tanto, a las 4 horas la enfermera recibía el alta de observación, con diagnóstico de migraña por crisis de ansiedad de base.
Si el Dr. Cabrón era hijo puta 5 (escala internacional valor predictivo de los profesionales joputas) a las 8 de la mañana, hora de inicio de la guardia, a las 22:00 h superaba con creces el límite superior de dicha escala.
Yo no sabía si trabajaba en unas urgencias o en una feria, concretamente en la tómbola de siempre toca: siempre toca una escayola Que te duele la pierna, escayola; las manos, escayola; la cabeza, escayola… o en las escopetillas, que por mucho que apuntase el paciente nunca acertaba, o la enfermedad ya no era una urgencia por el tiempo que llevase con el dolor, o aún era muy pronto porque el cuadro no había evolucionado lo suficiente.
Maruja que venía a urgencias por dolor en una rodilla, a estas horas porque según ella habría menos gente y para que la curasen, su hijo se casaba este sábado. Cumplía todos ítems para ser mandada a la puta mierda por el Dr. Cabrón.  Yo en la trastienda preparaba el dos por uno perrito piloto y muñeca chochona: reposo absoluto toda la semana, no vaya a la boda, escayola desde la ingle al tobillo… toma, ahí lo llevas, feliz boda.
No acertó con las escopetillas, a pesar de ser experto tirador, el  militar aquejado de cagaleras, vómitos y fiebre.  Entró a la consulta andando a lo Michel Jackson mezclado con Chiquito de la Calzada cualquier otro intento de marcha llevaba asociado la salida de sustancia liquida por la entrepierna. Acompañado de una bolsa de basura repleta de vómitos recibió unos cuidados y una información  médica de alta calidad asistencial y profesional: esto te lo tomas cada vez que te cagues… “Y el paracetamol doctor?”, preguntó el imitador de chiquito. “¿El paracetamol? cuando te lo dé tu madre”. Respondió el médico en otro alarde de profesionalidad.
Los compañeros nos decían: “plantadle cara”. ¿Alguien le plantaría cara al portero albano-kosovar cuando te niega el acceso a la disco?.
Los pacientes se sucedían uno tras otro al igual que la letanía médica: “Yo soy el médico, este es mi diagnóstico”.
A las 04:00 horas, con dos cojones, el empleado de la limpieza aquejado de un dolor de manos de varios días de evolución, de no más de 1,60 de altura, 110 kg, su piel blanquecina y ese par de gafas cristales aleación mezcla vaso duralex-botella de anís del mono sustentadas en una armadura hierro forjado, imposible pasta, no despertaba en mi más que compasión. A pesar del suspenso seguro en educación física decidí aliarme con él.
Tras la espera de 50 minutos de rigor su excelencia el Dr. Cabrón tuvo a bien valorar al paciente.
Gordo insuficiente en educación física (g.i.e.f.): “Buenas noches doctor
El facultativo pasó por detrás sin mirar al paciente mientras este continuaba su relato, se acerco a la vitrina, tomó dos capsulas de nolotil y se las lanzó a la mesa. “Tómate esto y vete, yo soy el médico y este es mi diagnóstico, además estas no son horas de venir”.
El g.i.e.f. se puso de pie, se quitó el andamio que llevaba por gafas (eso en mi barrio significa pelea). Parecía más alto, más guapo, un libertador, parecía William Wallace.
Mi yo interior (M.Y.I.): “Mátalo, mátalo, mátalo…”.
Sacó una tarjeta del bolsillo, se la enseñó al médico y la leyó: “Urgencias 24h… así que yo vengo cuando me sale de la punta la polla
Saqué mi libreta de chuletas y cosas necesarias en urgencias y en la L  de libertador anoté su frase: “Mire usted doctor, yo no tengo estudios pero diagnostico un gilipollas ná mas verlo, si no estuviesen estos con usted le metía una hostia que lo dejaba con menos dientes que una bicha de agua”.
El rastro de mierda que había en el suelo no procedía precisamente  del militar con cagaleras.
Ese día aprendí varias cosas:

Las bichas de agua no tienen dientes

Los gordos pueden aprobar educación física.

Para pasar de Leviatán (gran monstruo en forma de serpiente marina, a menudo asociado con Satanás ) a bicha de agua, solo hace falta una ostia.

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