lunes, 2 de abril de 2012

Semana Santa

Me parecía increíble que ese vehículo aún circulase: un Simca 1200 especial marrón chocolate. Me parecía increíble que aun llegasen los pacientes a urgencias sacando un pañuelo blanco por la ventanilla del copiloto. Pero lo que más increíble me parecía es que sacasen a Antonio el yonki de ese coche, y vivo. Antonio se jactaba de ser el único superviviente de su barrio, de los yonkis de heroína pinchada en vena. Aunque más que superviviente diría que era un muerto viviente.

Como siempre, acompañado de su madre cuyo relato iba todo entero y de forma literal a mi libreta de chuletas y apuntes de urgencias, concretamente en la M de madre de Antonio el yonki. “Pues ná dortó que estaba yo en mi casa y escucho en la calle un tropel me asomo y veo a unos cuatro rumanos sin corazón dándole con palos a mi Antonio. Pedí auxilio y llamé a mis hijos, cuando llegamos Antonio estaba miullando como un gato chico pero de repente se quedó sin gesto. Ya se lo tengo dicho: Antonio antes de comprar má droga paga la que debes.”

La madre de Antonio rompió a llorar.

El médico intentó animarla: “Emilia no llore que Antonio sale de esta”.

“Dorto si yo lloro porque  le han echao abajo los dos dientes que le quedaban, ya no le puedo dar ni los bocadillos que tanto le gustan ni aunque se los haga de pan bimbol. Qué malos son los rumanos, si mataron a Cristo, no iban a matar a mi Antonio”

Y es que ciertamente ha Antonio lo habían dejado como un Cristo  pero no un Cristo cualquiera, era el de la película  de Mel Gibson después de recibir la manta palos.

Modificamos ligeramente el protocolo a seguir en caso de paciente inconsciente:

A airway, apertura de la vías aérea

B,  breathing, ventilación artificial

C circulation, valoración de la circulación .

A de agua caliente para lavar a Antonio; mi compañera apodada “la ciega” o “la buzo” por la dimensiones de sus gafas, tenía debido a ese déficit visual la mala costumbre de acercarse todo a la cara. Ataviada con un barreño de agua caliente empezó a  lavar a Antonio. Posteriormente se dispuso a colocarle una sonda vesical. Tomó su miembro con la mano no dominante, y haciendo honor a su mala costumbre, se lo acercó a raíz de nariz, con la diestra se dispuso a introducir la sonda y obró el milagro: Antoñito ante el estímulo resucitó y exclamó: “chupa puta chupaaa”. A partir de ese día cambiamos su apodo por el de “María Magdalena”.

Al salir del hospital una nube de humo me envolvió: “¿Incienso?”. Giré la vista a la derecha y observé el origen: los familiares de Antonio fumaban unos pedazos de porros trompeteros brutales. Aligeré el paso. La última vez que los vi me reclamaron 80 euros por romper el pantalón del chándal de Antonio, que más que Adidas era Dadidas, y dudo que la factura fuese tan elevada.

Ese día aprendí muchas cosas:
  • El pan Bimbol es más fresco y tierno que el pan Bimbo.
  • Fueron los rumanos y no los romanos los que mataron a Cristo.
  • Miullando: respiración preagónica
  • Perder el gesto: quedarse inconsciente.
Tengo que ir al dortó de la nariz: el incienso y el porro no huelen igual.

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