jueves, 14 de febrero de 2013

Gases hípicos


Acudió a urgencias ataviada con ropa de equitación. Físicamente perfecta a sus casi 50 años. Eso sí, a golpe de talonario y bisturí. Se había caído de Humberto y se quejaba de un dolor de rodilla, según refería, “insufrible para una dama”. 

Se vio obligada a conducir ella misma su Porsche Cayenne, ya que el chofer estaba en otros menesteres. Usaba frases añejas tipo: “no sabéis con quien estáis hablando”, “mi marido es tal…”

El médico le indicó se subiese a la camilla de exploraciones y al realizar ese mínimo esfuerzo se escapó. Fue una sola emisión. Corta , fuerte, contundente. De nada sirvió que la glamurosa amazona intentase camuflarlo con una tos. El olor se apoderó en escasos instantes del ambiente.

Si hubiese cerrado mis ojos diría que ese escape de gas expulsado por el ano pertenecería a un hombre robusto, con un cuadro de estreñimiento importante y que sufría los efectos de una abundante ingesta de latas de fabada. Si solo lo hubiese olido no tardaría en aconsejarle una interconsulta al digestivo.

Hoy un pedo, un superpedo mejor dicho, me ha enseñado que no se ha caído de Humberto, si no que se ha caído de un caballo, que no ha llegado a urgencias en un Porsche, más bien en un coche, en el argot hospitalario: por medios propios.

Pero lo más importante que he aprendido de este glorioso pedo es que, al fin y al cabo, todos somos iguales.

Dedicado a Humberto. Qué a gusto me he quedado ;)

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