jueves, 16 de mayo de 2013

Mamá (parte II) - Mis primeras prácticas


Si mientras el resto de alumnos estaba nervioso por conocer el destino de las prácticas (una UCI, quirófano, urgencias...) yo lo úncio que deseaba es que no me tocase la planta de mi madre.

A estas alturas, no es necesario que os diga que mis deseos no se cumplieron. El día previo a la incorporación ya recibí una serie de recomendaciones maternas: vente limpito, afeitadito, el uniforme bien planchadito, trae tu boli de 4 colores, tu libreta, un fonendo, unas tijeras, rotulador…

Allí estaba a las 08:00 horas en punto. Más que un estudiante de enfermería parecía un representante de ortopedia con un fonendo, tijeras y esparadrapo ocupando los múltiples bolsillos de mi uniforme (bien planchadito).

Me sorprendió. En lugar de mi madre me encontré con Antonia, la auxiliar. Sin más le dijo a sus compañeros: “Dejadme a este a mí hoy, que le voy a enseñar la enfermería pero desde cero, desde donde se tiene que empezar la enfermería”.

jueves, 9 de mayo de 2013

Nuevos protocolos de priorización (o cómo aguanté a tres salvajes ayer)


Tres maris, rectifico, marujas, acomodadas en la sala de espera junto a la máquina expendedora, llamaron mi atención desde el primer momento.

La maruja 1 o maruja enferma “moribunda”: “Qué vergüenza. Aquí muriéndonos y nadie nos atiende, sin tomarme las pastillas de la tensión, del azúcar y de los dolores y lo peor, sin hacerle la comida a mi marido”.


Maruja camello o traficante o farmacéutica: “No te preocupes aquí tengo las pastillas de mi madre tómatelas”.

Sin más sacó un tarro de cristal repleto de pastillas sueltas a modo de caramelos: “Toma esta larga, creo que para la tensión, la redonda grande para el dolor y esta chiquitilla blanca para el azúcar”. 

jueves, 2 de mayo de 2013

Mamá (Parte I) - ¿La peor novatada? Sin duda, la de mi madre


Primero de enfermería, y más concretamente, el día de las novatadas: debíamos beber de una bolsa recolectora de orina, en lugar de dicho producto de desecho, la bolsa contenía cerveza y encima fresquita;  debíamos hacer lo mismo de un drenaje quirúrgico que contenía vino tinto en lugar de sangre; y finalmente, de postre, comer de un pañal, lo que en principio parecía mierda, en realidad era chocolate.

A algunos nos colocarían esos mismos pañales de adulto y nos pasearían  por los alrededores.  Más que una novatada, me pareció una fiesta gratis. Recuerdi que la peor parte se la llevó aquella compañera que gritó: “Por favor, no me deis cerveza estoy a dieta”. Se cebaron con ella.

Sobre mí, rápidamente se posaron las miradas, en principio,  de dos compañeras de tercer curso a las que se sumaron, posteriormente, dos más de segundo. Miradas acompañadas de carcajadas. Mi Yo Interior (MYI), por aquel entonces un embrión inmaduro, procesó la información erróneamente: Has ligado… y con cuatro. No podía ser, había ligado y encima ellas se aproximaban. Los nervios se apoderaron de mí, las lágrimas casi nublaban mi vista…