
A estas alturas, no es necesario que os diga que mis deseos
no se cumplieron. El día previo a la incorporación ya recibí una serie de recomendaciones
maternas: vente limpito, afeitadito, el uniforme bien planchadito, trae tu boli
de 4 colores, tu libreta, un fonendo, unas tijeras, rotulador…
Allí estaba a las 08:00 horas en punto. Más que un
estudiante de enfermería parecía un representante de ortopedia con un fonendo,
tijeras y esparadrapo ocupando los múltiples bolsillos de mi uniforme (bien
planchadito).
Me sorprendió. En lugar de mi madre me encontré con Antonia,
la auxiliar. Sin más le dijo a sus compañeros: “Dejadme a este a mí hoy, que le voy a enseñar la enfermería pero desde
cero, desde donde se tiene que empezar la enfermería”.