Llamada a urgencias de nuestra compañera Mari Loli, que disfrutaba de unas merecidas vacaciones playeras, alertándonos de que su hijo menor, Paquito, de 16 años se dirigía a este servicio. Desconocía la causa. Nos contagió también a nosotros un cierto desasosiego.
No tardó en llegar en su ciclomotor, que casi aparca en el mismo mostrador de admisión. Paquito portaba una cara de genital masculino sin precedentes, aumentada aún más por ese peinado tipo melocos. Declinó la invitación de acompañarlo a la consulta, su novia en su lugar, lo hizo. Una tos perruna, irritativa y seca.
“Hombre, Paquito, qué te pasa”, preguntó el doctor, viejo, amigo de la madre.
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Nadie pudo contener las carcajadas que multiplicaron por diez la ya de por si cara genital de Paquito, carcajadas que aumentaron al escuchar el tratamiento médico, escudado en la confianza familiar. El doctor, recuperando la seriedad afirmó: “Paquito el tratamiento a seguir se lo tienes que aplicar a tu novia antes de darle placer”.
Abriendo con aire solemne el primer cajón de la mesa tomo una barra de pegamento y le dijo [transcripción literal]: “Toma Paquito, antes del chupetón ponle esto en los pelillos a tu novia”.
La llamada a la mamá Loli no se hizo esperar, el médico con su móvil en manos libres: “Loli ya hemos atendido a tu hijo, enhorabuena, es la primera vez que se come un coño, eso sí, un coño con pelos”.
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