Varón de raza negra, con dos impactos de bala, varón de raza blanca con heridas de…, pero bueno ¿esto qué película americana es? Un poco de respeto que soy un enfermero mojón de una pequeña ciudad que se pone nervioso cuando tiene que atender abuelos infartados a domicilio y fracturas de caderas varias. Si mi cara era un poema la del médico era prosa en verso. El único que parecía estar emocionado era el técnico de la ambulancia que, volantazo tras volantazo, quería poner orden social: “si es que no hay ley, no hay normas, dos tiros, el otro…”.
El médico enfrascado en la lectura rápida de un manual de urgencias roñoso repasaba una y otra vez, infructuosamente, el índice del libro. “Busca en la i de impacto, doctor”, le dije, no le hizo ninguna gracia y me la devolvió: “A ver si tienes cojones de cogerle dos buenas venas a un tío con dos tiros” y el conductor de ambulancia se puso de su parte: “y negro encima, doctor”.
Al llegar, la visión de un castillo hinchable me hizo dudar de si estábamos en feria. “Es un hospital de campaña que se monta cuando hay varios heridos, capullo” espetó el médico, encabronado aún por lo del libro.
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Miraba al enfermero como el que mira el telediario sin volumen en la tele. De repente, el movimiento de sus labios cesó y vino el médico:
- “Nos llevamos a este, los otros están más jodidos, ¿qué te ha dicho el enfermero?”,
- “Pues básicamente que, aunque la ropa esté quemada, el hombre no tiene quemaduras, que es así de negro desde chiquitillo, que no está solo, que tiene familia aquí, una tal Iliaca que se aloja en el Hotel Palas, que tiene dos puertas una para entrar y otra para salir, que la policía ha informado calibrando arriba y abajo a unas 22 personas, y poco más doctor…”.
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