El primer contrato más estable, 24 meses, en esa planta de pacientes paliativos y terminales. No quería ir, mala fama tenía en el hospital, apodada “entre la vida y la muerte”, “Vietnam”, “el purgatorio”. El alta a domicilio no existía, en su lugar, la palabra exitus (en medicina significa que la enfermedad ha progresado hacia la muerte) se repetía continuamente en aquel tétrico y amarillento libro de registro, mal llamado, de altas.
Recuerdo el primer día, la mejor acogida que se le podía hacer al nuevo, aquella frase se grabó, al igual que la enfermera, en mi mente: “No te preocupes, todos hemos sido nuevos, si necesitas algo ya sabes”.
Aprendí que el Nolotil se diluye en 100 ml de suero y que si va acompaño de unas palabras es más efectivo; que la morfina no mata; que en los ratos libres hay tiempo de café, de charlas interminables sobre lo listos que son los hijos de fulanita y de entrar en esa habitación, la que huele a muerte, para charlar con el que esta en la cama; a robarle tiempo al ordenador y repartirlo entre los pacientes. Que las cosas se hacían simplemente porque eran necesarias, no para cobrar incentivos; que los familiares aunque pregunten “¿Por qué a mi?”, no quieren una respuesta, solo quieren que los escuches; que el trabajo en equipo existe; que el paciente es lo primero, a tratar igual al cabrón, al educado, al bueno, al feo, al malo; a que se va a trabajar y punto.
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Sigo buscando pero no os he encontrado. Al llegar a casa estoy cansado de la noche, pero no de lo que he trabajado; me he lavado la cara al verme en el espejo.
Tristemente, tengo que decir que no me he encontrado.
Hola, muy bueno tu blog, me ha recordado a un libro que leí de niño, medico interno de Robin Cook, Saludos !!!!
ResponderEliminar:-)
Pues espero verte por aquí a menudo!! Buscaré ese libro!
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