miércoles, 29 de mayo de 2013

La Bella Durmiente

Hoy me he vuelto a quedar dormido . Recuerdo la última vez que me pasó algo parecido.
A las 08:05 horas de una fría mañana de febrero, el desagradable politono poligonero de mi móvil, tan-tan-tatatan… me despertó. En la pantalla un número de teléfono registrado con un nombre muy claro: NO COGER. Sin duda se trataba de mi supervisor, que con su “aterciopelada” y “agradable” voz me espetó: “Cuando quieras vienes a trabajar”. Y colgó.
Me incorporaba de turno de mañana (a las 08:00 horas) me separaban de mi puesto de trabajo 80 Km de nada. Y lo peor de todo, me había quedado dormido. Tuve que renunciar a mis dos mini placeres matutinos: la ducha calentita y el chupito de café; ambos tuvieron que ser sustituidos por pasta dentífrica y un sorbo de agua, con los que inconscientemente, sin desechar, salí de casa enjuagándome la boca. Al abrirse la puerta del ascensor el saludo de mi vecina y su perro me obligaron a tragarme esa mezcla casi erosiva para responder al saludo (NOTA IMPORTANTE: bajo ningún concepto os traguéis pasta de dientes con el estómago vacío).
Emprendí una veloz carrera hacia mi coche  estacionado tres calles más atrás. Hoy lo pondría a prueba. Decidí trazar un nuevo itinerario que a priori supuse más corto pero que se convirtió en el que trazaría el típico taxista timador ante un turista extranjero. También calculé mal la distancia que podría recorrer con mi coche en reserva, lo que me obligo a parar a repostar en la única gasolinera posible, la de Juan, concretamente Juancojones. Juancojones es como un pastor alemán, mientras tenga comida en el plato no hace otra cosa hasta que no lo termina, la suerte no estaba a mi favor, le daba el primer mordisco a un bocadillo de jamón con tomate. Veinte euros de combustible más tarde salí de boxer.
La llegada a meta no fue bien recibida por mi compañera que me dedicó una mirada al más puro estilo “te perdono la vida”, esta vez con toda la razón del mundo.
Pero lo peor fue mi supervisor. Normalmente puedo llegar a verlo una o ninguna vez. Ese día estaba continuamente encima de mí, y como un humorista malo que usa incansablemente su coletilla humorística, el súper hacía lo propio: “Te voy a regalar un despertador”.
A las 12:00 horas, no creo que por tener el estómago vacío o con restos de pasta de dientes, si no más bien por la frase machacona de mi supervisor (llevaba comentado lo del despertador una ciento veintiocho veces)  mi cuerpo decidió ir a vomitar, con suerte cinco minutos antes de que mi supervisor hiciera uso, como todos los días con puntualidad inglesa, del inodoro. Y no falla a las 12:05 horas el jefe golpeaba la puerta del baño: “Encima de tarde te escaqueas”. Planeé una venganza infantil y decidí llevarme el rollo de papel higiénico disimulado en mi bolsillo. Ver a tu supervisor salir del baño andando, marchando como un pingüino en busca de papel no tiene precio.
Quizás por la broma o para evitar que me volviese a quedar dormido, mi supervisor, en los dos meses que me restaba de contrato, estimó oportuno adjudicarme solo turnos de tarde.

Pero bueno, todo no fue malo ese día: he salido guapísimo en la foto de radar móvil de la Guardia Civil, apostado en la misma curva de siempre. Sí, esa limitada a 70 km/h que yo superé concretamente a 137.

2 comentarios:

  1. cachissssssssss.....te levantaste con mal pie, está claro!

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    1. Un mal dia eso si ese dis me permiti siesta saludos Noelia.

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